Ojalá una leyenda

A veces estás entre las gotas, respirando algo que no es aire y estás bien. De repente miras, de reojo, y toca decidir. Todo está mal, esa es la única información que recibí, entonces es imposible decidir. ¿En algún momento me he parado a pensar en por qué quiero decidir? Me encantaría terminar esto con una bonita leyenda de algún país que me pille muy lejos y que cuente la historia de un aniña que, caminando por un frondoso bosque, el cual, a pesar de su frondosidad, está iluminado a trocitos con esa luz que nos regala el sol en las últimas horas de la tarde, se topa con un diminuto escarabajo lila. Este le corta el paso para decirle que tiene que decidir entre quedarse en ese maravilloso bosque para siempre o no volver a entrar nunca.
Entonces, esa pequeña, o no tan pequeña, niña no sabe qué hacer y se sienta a decidir si se queda con el bosque para siempre o lo pierde para siempre. En esa diatriba pasa horas, días, meses y años, hasta que la niña, ahora sí que no tan pequeña, se levanta y le dice al diminuto escarabajo que no, que no quiere decidir y si fue caminando tras unos pasos hacia un lado del escarabajo lila que le permiten marchar.
Como decía, ojalá terminar con una bonita leyenda parecida a esta, pero no me sé ninguna y en realidad, sí que quiero decidir.

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